Cada jueves y domingo llegan comerciantes de otras regiones y municipios cercanos a comerciar en el mercado de Chichicastenango. A pesar de haberse convertido en una visita obligada dentro del circuito turístico del país, este descomunal y bullicioso mercado tradicional no ha perdido su esencia, y perderte por sus incontables puestos o simplemente sentarte a ver pasar la vida del mismo por delante de ti es una experiencia muy enriquecedora.
Llegamos en ayunas, y como Katz sigue con su “problemas gástricos”, optamos por una visita más estática, aunque sí podemos hacer algunas compras de mochilas y pulseras con los tejidos tradicionales.
Saturados por el gentío nos arriesgamos a alejarnos de esta zona con baños para visitar el cementerio, y es todo un acierto.
Las tradiciones funerarias son muy diferentes a las nuestras y es habitual que los familiares acudan al cementerio con comida y bebida a celebrar eventos a las tumbas de sus familiares, por lo que no es raro encontrar a alguno que otro con una copa de más.
El cementerio es tan colorido y diferente a los nuestros que bien merece una visita, por supuesto siempre procurando mantener el máximo respeto y no molestar con foto o charlas a los allegados que se congregan junto alas tumbas de sus seres queridos.
Muy cansados y con el riesgo de pirrilera acechando, decidimos esperar sentados en la calle a que saliese la combi para Antigua, donde hemos quedado para cenar con Héctor, nuestro host de Couchsurfing del primer día, ya que para hoy no tenía sitio y nos quedamos en el Hotel Burkhard por 200Q la noche.
Ya con el estómago en orden y gracias a Héctor que nos lleva a un sitio típico, podemos tomar una excelente cena tradicional en el Restaurante “Rincón Típico”, que cuesta la friolera de 75Q entre los 3 (unos 8 euros).
Rápidos al hotel y a descansar.